PREVISIÓN Y LOS OJOS DE LA FE
(Marcos 15:21) “Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.”
(Romanos 16:13) “Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía.”
Simón de Cirene (Libia), probablemente de raza negra, fue el testigo más directo de los sufrimientos de Cristo. Nadie, pudo saber mejor que él, lo que nuestro Señor Jesús Cristo, sufrió camino del Calvario y en la Cruz. Todo lo que él vio y oyó, debió impactarle de tal manera, que por lo que conocemos, es seguro, que ya bajó de aquel lugar, creyendo en Cristo Jesús. Y no sólo creyó él, sino que por su testimonio, también creyeron, cuanto menos su hijo Rufo así como su esposa.
Estoy convencido, que Simón el que se llamaba Niger (significa negro), probablemente fue un negro africano en la congregación de Antioquía (Hechos 13:1), y repito, es bastante probable y diría que seguro, fue el mismo Simón que cargó la cruz de Jesús. También sabemos, que Pablo trabajó en Antioquía durante todo un año (Hechos 11:26), y es aquí, donde probablemente, recibió ayuda por parte de la madre de Rufo, que según parece, se caracterizaba por su espíritu maternal. Es decir, que fue como una madre para Pablo.
Por las razones que fueren, sabemos que Rufo y su madre, al igual que ocurrió con Priscila y Aquila, marcharon a Roma y es por ello que el apóstol Pablo les envía saludos en su carta a los Romanos.
Lo que me maravilla, es como nuestro Dios y Padre, movió los hilos de la historia, para que los soldados obligaran a Simón a cargar la cruz; por tener ya previsto, que sería Simón como testigo más directo, quien le explicase a Pablo, todo cuanto había acontecido en la crucifixión de su Amado Hijo, y además, con todo tipo de detalles.
Aunque el apóstol Pablo, no fue testigo de la crucifixión, tal fue el conocimiento que obtuvo por medio de Simón de Cirene, que a partir de ese momento, la cruz de Cristo, fue clave en su vida:
(Gálatas 2:20) “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Y para concluir este pensamiento, os transmitiré, cuál es el alimento espiritual, que extraigo de esto que os estoy compartiendo.
1. Dios nuestro Padre, tiene absolutamente previsto, todas las cosas que nos van ayudar a bien.
2. La diferencia tan grande que hay entre los ojos de la vista y los ojos de la fe. Pablo, no presenció la crucifixión de nuestro Señor, pero con los ojos de la fe, la vio de tal manera, que la cruz de Cristo, pasó a ser clave en su vida y en toda predicación.
De los once apóstoles tan sólo Juan presenció la crucifixión, pero el hecho de ser testigo visual, no produjo en él, lo que lo ojos de la fe produjeron en Pablo.
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(Romanos 16:13) “Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía.”
Simón de Cirene (Libia), probablemente de raza negra, fue el testigo más directo de los sufrimientos de Cristo. Nadie, pudo saber mejor que él, lo que nuestro Señor Jesús Cristo, sufrió camino del Calvario y en la Cruz. Todo lo que él vio y oyó, debió impactarle de tal manera, que por lo que conocemos, es seguro, que ya bajó de aquel lugar, creyendo en Cristo Jesús. Y no sólo creyó él, sino que por su testimonio, también creyeron, cuanto menos su hijo Rufo así como su esposa.
Estoy convencido, que Simón el que se llamaba Niger (significa negro), probablemente fue un negro africano en la congregación de Antioquía (Hechos 13:1), y repito, es bastante probable y diría que seguro, fue el mismo Simón que cargó la cruz de Jesús. También sabemos, que Pablo trabajó en Antioquía durante todo un año (Hechos 11:26), y es aquí, donde probablemente, recibió ayuda por parte de la madre de Rufo, que según parece, se caracterizaba por su espíritu maternal. Es decir, que fue como una madre para Pablo.
Por las razones que fueren, sabemos que Rufo y su madre, al igual que ocurrió con Priscila y Aquila, marcharon a Roma y es por ello que el apóstol Pablo les envía saludos en su carta a los Romanos.
Lo que me maravilla, es como nuestro Dios y Padre, movió los hilos de la historia, para que los soldados obligaran a Simón a cargar la cruz; por tener ya previsto, que sería Simón como testigo más directo, quien le explicase a Pablo, todo cuanto había acontecido en la crucifixión de su Amado Hijo, y además, con todo tipo de detalles.
Aunque el apóstol Pablo, no fue testigo de la crucifixión, tal fue el conocimiento que obtuvo por medio de Simón de Cirene, que a partir de ese momento, la cruz de Cristo, fue clave en su vida:
(Gálatas 2:20) “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Y para concluir este pensamiento, os transmitiré, cuál es el alimento espiritual, que extraigo de esto que os estoy compartiendo.
1. Dios nuestro Padre, tiene absolutamente previsto, todas las cosas que nos van ayudar a bien.
2. La diferencia tan grande que hay entre los ojos de la vista y los ojos de la fe. Pablo, no presenció la crucifixión de nuestro Señor, pero con los ojos de la fe, la vio de tal manera, que la cruz de Cristo, pasó a ser clave en su vida y en toda predicación.
De los once apóstoles tan sólo Juan presenció la crucifixión, pero el hecho de ser testigo visual, no produjo en él, lo que lo ojos de la fe produjeron en Pablo.
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